Por Magdalena Scharf
Las elecciones europeas de junio de 2024 marcan un momento crucial en el panorama político de la Unión Europea. Se han caracterizado por un notable aumento de los partidos políticos populistas en todo el continente, lo que refleja un cambio significativo en el sentimiento de los votantes y en sus prioridades políticas. A pesar de este auge del populismo, la participación activa de la sociedad civil en el proceso electoral ha sido crucial, poniendo de relieve el desarrollo dinámico y esperanzador de los movimientos de base que trabajan conjuntamente con las estructuras políticas establecidas.
El populismo, a menudo caracterizado por su apelación a la “gente común” y su oposición al elitismo percibido de las instituciones políticas tradicionales, ha ido ganando fuerza en toda Europa durante varios años y ha alcanzado nuevas cotas en las elecciones europeas de 2024. Por mencionar sólo algunos: En Francia, el Rassemblement National de Marine Le Pen ha consolidado su presencia, la Alternativa para Alemania (AfD) ha seguido ampliando su base, sobre todo en el este de Alemania, y los Hermanos de Italia han mantenido su importante impulso bajo el liderazgo de Giorgia Meloni.
Estos partidos, entre otros, han aprovechado un sentimiento generalizado de descontento con el statu quo, blandiendo la llamada identidad cultural y aprovechando cuestiones como la inmigración, la identidad nacional y la incertidumbre económica para galvanizar apoyos. Sus líderes critican a menudo a la Unión Europea como una entidad distante y elitista que impone políticas no deseadas a los Estados miembros. Por ejemplo, Marine Le Pen ha descrito la UE como “una tecnocracia totalitaria” que socava la soberanía nacional. Del mismo modo, los líderes de la AfD han tachado a la UE de “proyecto fracasado” que ahoga la autonomía cultural y económica de sus Estados miembros. Giorgia Meloni, de los Hermanos de Italia, también se ha hecho oír, afirmando que “la Unión Europea se ha convertido en una herramienta de los fuertes para oprimir a los débiles, haciendo caso omiso de la voluntad democrática de las naciones individuales”. Estas declaraciones reflejan una tendencia más amplia del populismo que está remodelando el panorama político europeo, ya que estos partidos abogan por una reafirmación del control nacional sobre las políticas tradicionalmente gobernadas por la UE.
Mientras Europa navega por este nuevo terreno político, el compromiso de la sociedad civil, que engloba una amplia gama de organizaciones no gubernamentales, grupos de defensa y movimientos de base, es crucial para dar forma al futuro de la UE.
El ámbito digital se ha convertido en un campo de batalla, a menudo mal utilizado por los populistas, pero las organizaciones de la sociedad civil aprovechan cada vez más las herramientas digitales para llegar a un público más amplio, movilizar a sus partidarios y organizar actos. Por ejemplo, organizaciones como Avaaz y Open Society Foundations han lanzado campañas en línea para contrarrestar la desinformación y promover un discurso basado en hechos. Estas campañas pretenden desacreditar las falsas narrativas propagadas por los grupos populistas y fomentar el diálogo constructivo por encima de las divisiones ideológicas, mitigando así los efectos polarizadores de la política populista.
Las organizaciones de la sociedad civil también han desempeñado un papel decisivo a la hora de capacitar a los votantes proporcionándoles educación sobre los procesos electorales, promoviendo el registro de votantes y fomentando el compromiso cívico. La Red Europea contra el Racismo (ENAR) y el Foro Europeo de la Juventud son ejemplos de grupos que han puesto en marcha iniciativas para aumentar la participación electoral, especialmente entre las comunidades marginadas e infrarrepresentadas. Estos esfuerzos son cruciales para garantizar que las voces de todos los ciudadanos sean escuchadas en el proceso democrático.
La sociedad civil también se ha mostrado activa a la hora de defender cambios políticos y exigir responsabilidades a los candidatos. Grupos ecologistas como Greenpeace y la Oficina Europea del Medio Ambiente se han movilizado para influir en las agendas políticas de los partidos políticos, garantizando que el cambio climático siga siendo un tema fundamental en los debates electorales. Del mismo modo, organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional han hecho campaña a favor de la protección de los derechos humanos en las políticas de la UE, subrayando la importancia de mantener las normas democráticas frente al creciente populismo.
La interacción entre el auge de los partidos populistas y el papel de la sociedad civil pone de relieve un entorno político complejo y en evolución. Por un lado, los partidos populistas han sabido aprovechar el descontento público, presentándose como alternativas al orden establecido. Por otro lado, la sociedad civil se ha esforzado por garantizar que los procesos democráticos sigan siendo sólidos y que se escuche una diversidad de voces.
El auge del populismo plantea retos a la sociedad civil, como el aumento de la polarización, las amenazas a las normas democráticas y la posible erosión de las protecciones de los derechos humanos. Sin embargo, también presenta oportunidades para que la sociedad civil galvanice apoyos, abogue por un cambio positivo y demuestre la resistencia de las instituciones democráticas.
De cara al futuro, la interacción entre el populismo y la sociedad civil seguirá definiendo la trayectoria de la Unión Europea, presentando tanto retos como oportunidades para el futuro del continente. La resistencia de los procesos democráticos, la protección de los derechos humanos y la inclusividad del discurso político serán fundamentales para sortear estos retos. El papel de la sociedad civil en estos ámbitos será decisivo para configurar un futuro cohesionado y equitativo para la Unión Europea.
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