El populismo lleva años creciendo con fuerza en toda Europa. Los partidos populistas están claramente representados en los parlamentos de casi todos los países europeos y su porcentaje de votos va en aumento. Es innegable que muchas personas se sienten representadas por las tesis y los movimientos populistas.
Los populistas están ganando importancia debido a la creciente insatisfacción y desafección de los ciudadanos con la política. Esto se debe, por ejemplo, a los acontecimientos relacionados con la globalización y el rápido cambio tecnológico que son difíciles de entender y afectan a la vida personal. Otra causa es la multitud de crisis que se han producido desde 2001 y especialmente en la última década, como la crisis de la deuda europea, la crisis de los refugiados, el BREXIT o Covid-19. Las decisiones políticas afectan a las personas más directamente que nunca, pero a menudo no se entienden, se consideran excesivamente burocráticas y distantes de la vida.
Los populistas parecen percibir las preocupaciones, pretenden entender las inquietudes y el enfado de los ciudadanos, dan respuestas sencillas a cuestiones complejas y dicen hablar en nombre del “pueblo”. El politólogo Jan-Werner Müller resume que los populistas pretenden ser los únicos representantes legítimos del verdadero pueblo, se apropian de una parte de la población de las sociedades plurales del presente, mientras que otras partes quedan excluidas por no pertenecer. Los populistas dividen a la sociedad y, por tanto, son una grave amenaza para las democracias pluralistas.
La situación se agrava a través de imágenes enemigas creadas y promovidas por políticos populistas y líderes de opinión, por la distribución de noticias falsas (o hechos alternativos) y el discurso de odio en los medios digitales. Esto lleva a un declive de los valores europeos, como el respeto por las opiniones de los demás, la escucha mutua, los debates objetivos y la voluntad de compromiso.